Cómo Convertir Tu Acento en Tu Superpoder

Silvana Pimentel - TEDx Willmington

¿Perdón? ¿ Hablas inglés? "¿podrías repetir eso?"

Ahí estaba yo, en medio de un elegante salón de hotel, rodeada de gente... pero sintiéndome completamente sola.

El rostro me ardía, la garganta se me cerraba. Intenté hablar otra vez, más despacio, pronunciando cada palabra con cuidado. Pero su sonrisa cortés se desvaneció. En su lugar, apareció esa incomodidad que ya conocía.

“Bueno… un gusto conocerte”, murmuraron mientras se alejaban.

Y yo me quedé ahí, paralizada. Me sentí rechazada… invisible. Como si no perteneciera.

Reviví esa escena mil veces en mi mente.

¿Era mi acento?

¿Hablé demasiado rápido? Sentía ganas de esconderme, de no volver a abrir la boca. Cada vez que hablaba, me sentía más insegura. Incluso, avergonzada.

Y pensar que en Perú, mi voz había sido mi herramienta más poderosa. Como presentadora de TV y radio, había aprendido a conectar profundamente con la gente. Me gradué en Ciencias de la Comunicación y amaba lo que hacía.

Pero ahora, viviendo en Estados Unidos, empecé a preguntarme si mi voz tenía espacio. Había quienes me escuchaban con atención… algunos evitaban hablar conmigo. Y otros simplemente me ignoraban por completo.

Así que comencé a callar. A hablar menos. A dudar cada palabra que decía. Y con el tiempo, sentí que estaba perdiendo una parte de mí. Que mi voz… mi identidad… se estaban apagando. Pero algo en mí no quería rendirse.

Yo quería recuperar mi voz. Quería que me vieran, que me escucharan de verdad. Probé de todo: me inscribí en un programa de reducción de acento, e hice ejercicios de pronunciación durante horas cada semana.

La industria de "reducción de acento" se dirige principalmente a hispanohablantes y genera $500 millones de dólares anuales perpetuando ideologías de supremacía lingüística y promocionando la idea de que el acento español es un "defecto" a corregir.

En mi caso, mejorar mi pronunciación fue el primer paso para recuperar mi voz. Y con ella, mi fuerza. Sí, al principio tenía miedo de perder mi esencia. Pero lo que aprendí no borró quién soy… solo me ayudó a comunicarme con más claridad. Con los años, construí una carrera exitosa_en_ventas dentro del mundo corporativo, guiada por la conexión y la comunicación. Pero en mi primera presentación de trabajo, no escuché un “¡Bien hecho, Silvana!”. Escuché:“oof, that was rough…” “Uf… eso estuvo difícil”. Y esto nos pasa a menudo. Según, el autor Ramón Antonio Martinez, el 91% de inmigrantes han recibido comentarios negativos sobre su acento durante los primeros años de trabajo.

Por eso, millones de inmigrantes silencian o disimulan su acento por miedo a ser juzgados, malinterpretados o considerados “menos profesionales.”

Nos acomplejamos. Empezamos a dudar. A escondernos. A silenciar partes de quienes somos para encajar.

Así mismo, en el libro Voces Slienciadas, publicado por la Editorial de la Universidad de Chicago, aprendemos de la "disociación lingüística." Esto pasa cuando los inmigrantes desarrollamos ansiedad al alternar entre nuestro "yo auténtico" en español y nuestro "yo profesional" en inglés. Nos muestra que como profesionales, nos sentimos "impostores linguisticos" al modificar nuestro acento. Y en el capítulo sobre "trauma de asimilación," vemos que en contextos corporativos, el acento español es percibido como marcador de menor competencia.

Ese autosilenciamiento cuesta más de lo que creemos: no solo afecta nuestro bienestar y desarrollo personal, sino que también limita la innovación y empobrece la diversidad de pensamiento en nuestros negocios.

Hoy, puedo decir con orgullo que me convertí en una voz clave para representar a mi empresa. Entreno y doy presentaciones en inglés y en español.

Y ese nuevo nivel de confianza me llevó a reconectar con mi vocación: la comunicación.

Hace poco decidí lanzar mi podcast… un proyecto que nace desde el corazón.

Busqué una coach, armé mi estudio en casa, y programé las primeras entrevistas. Estaba tan emocionada que quería contárselo al mundo entero.

Un día, mientras manejaba, llamé a una amiga. Sonreía sin parar mientras le explicaba la idea: un show sobre hábitos pequeños e intencionales que traen alegría al día a día.

Estaba entusiasmada, hablaba rápido, con pasión... y de repente, me interrumpió:

“¿Qué dijiste, Silvana? ¡Habla en inglés!” Pero ya estaba hablando en inglés. El viejo fantasma de la duda volvió con fuerza. Me reí, disimulé, culpé al altavoz del auto. Pero luego preguntó incrédula: “¿Vas a hacer el podcast en INGLÉS?”

Contesté que sí, intentando sonar segura de mi misma, pero por dentro… dudaba. Pensé: si mi amiga, que me quiere, no me entiende… ¿cómo me entenderán desconocidos que escuchen mi podcast? Por un momento pensé que. Quizás debía hacer mi programa sólo en español. Pero me detuve. Pensé en todo lo que ya había sanado. En todo lo que trabajé para recuperar mi voz. Ese día decidí dejar de buscar aprobación. Elegí honrar mi acento, no disculparme por él. Y lancé mi marca en inglés: Happiness by Habit. Y qué bueno que lo hice. Ese momento me enseñó que comunicar no es sonar perfecto. Es ser real. Es hablar con claridad y autenticidad, desde el corazón. Cuando valoramos nuestra propia voz, dejamos de encogernos y nos expandimos.

Y en ese camino, inspiramos a otros a hacer lo mismo. Estas tres verdades cambiaron todo para mí:

1. Tu acento cuenta una historia:

De dónde vienes… y hasta dónde has llegado.

2. Tu acento es prueba de valentía:

Demuestra que tuviste la determinación para empezar de nuevo.

3. Tu acento…. es un puente, no una barrera.

Y lo mejor: estas no son sólo mis verdades. También pueden ser tuyas. Desde que lancé mi podcast, he recibido mensajes de oyentes que aman cómo hablo. Dicen que mi acento hace que cada conversación se sienta auténtica, cercana. Como charlar con una amiga. No solo escuchan mi voz. Se conectan con ella. Ellos reconocen la fuerza en cada palabra, el camino recorrido en cada sílaba. Así que te invito a dejar de disculparte por tus diferencias: tu acento, tu historia. Y a celebrarlas y honrarlas. Nuestros acentos no son defectos. Son los hilos que hacen que tu historia sea única y poderosa. Tienes algo valioso que decir. Tu voz importa. Y no por cómo suena, sino por lo que tiene que decir.

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